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Los trabajos y los dias

Armando Williams es uno de los miembros más representativos de lo que pudiéramos llamar la generación emergente de los años 80, aquella que vivió la influencia de Huayco y que llegó a experimentar distintas formas de hacer arte mientras todavía era posible la subversión, cuando todos creíamos en el poder de la imaginación. Pero Sendero se encargaría de modificar las formas de nuestras representaciones y la violencia sincronizaría con el arte del Perú. O viceversa. En el caso de Armando Williams fueron las torres derrumbadas por la guerra, la omnipresencia de los fardos funerarios y el renacimiento de Inkarri terminaron convertidos en emblemas de su visión sobre nuestras vidas.
Entre 1984 y 1997 Armando Williams permaneció en Nueva York, todavía considerada centro del arte contemporáneo. Allí alternó el trabajo con la maestría en Pratt Institute para luego pasar al Art Students League que terminó por consolidar su concepto de la pintura.. Lo aprehendido en su larga residencia se vería en su exposición de regreso en Forum donde se apreciaron formas radicalmente distintas tanto en las formas de ver como de hacer arte.
En este reencuentro ya no habían las imágenes definidas de antaño. Ahora predominaba un concepto espacial a través de lo que pudiera considerarse un tapiz pictórico que el definía como ” un tejido formado por incontables hilachas y cintas que conducen a varios caminos y laberintos”. Eran obras en las cuales las tramas, producto de los chorreados, paulatinamente iban integrando una hermética urdimbre que, como en los mejores ejemplos de la escuela de Nueva York, sólo al acercarse a ellos se podía escrutar cómo este entramado resultaba simultáneamente controlado y apasionado. En realidad son cuadros que pudiéramos considerar de ruptura o de transición “umbilical”, resultantes de su paréntesis peruano y a la vez una continuidad con lo anterior, porque antes y después el expresionismo predominaba a pesar las variaciones de contenido.
Cuatro años después, en los “Acertijos de Panki”, su muestra en el ICPNA de Miraflores, se verían las nuevas vías por las que incursionaba. El plano de color comienza a ejercer protagonismo, mientras que el entramado se va convirtiendo, cada vez más, en una base sobre la cual la línea va ejerciendo su hegemonía, desplazándose sobre fondos inestables, recordando en algunos casos al Jazz de Matisse, mientras que los tonos mortecinos de antaño adquieren brillantez y se vuelven vibrantes cuando líneas y formas surcan el espacio entrecruzándose. Es de nuevo el tapiz, visto ahora a escala macro, en el que vemos el melancólico pentimento (1), es decir el rastro de las evoluciones y de los giros que dejan unas líneas sobre otras a medida que van surcando el espacio.
En el 2004 Armando Williams exhibe en Lucía de la Puente la que considero su muestra más radical. Las líneas se mantienen, el pentimento se sostiene, pero lo más importante es la fragmentación del color que estalla en el espacio, resultando ineludible pensar tanto como Warhol como en Matisse. Pero si en estas piezas las apariencias explosionan, las tortugas nos demuestran que bastan unas cuantas líneas para delatar a una figura que se ha mantenido oculta, camuflada, tras los recortes de color.
La trayectoria de Williams es de una coherencia excepcional. No hay concesiones y el rumbo se mantiene en un viaje interior en el cual destaca la permanente búsqueda del equilibrio, o dicho de otro modo, la paz consigo mismo. Por eso, para cerrar, preferimos citar a Doris Bayly quien explica a la perfección lo que en su última muestra oculta Williams. “….el pintor camufla sus líneas, buscando una lectura distinta, y ser él mismo. Es la idea. No ser distintos al resto para sobrevivir. Y una vez distraído el enemigo, celebrar la vida”. De esto es lo que el arte. Sobre vivir.

(1) “pentimento es una palabra italiana utilizada para denominar la corrección o la reaparición de una pintura sobre la cual se ha pintado otra de nuevo. En el caso de Williams no se trata de vacilaciones ni arrepentimientos. La superposición de líneas en sus obras crean un deliberado pentimimento. En sus memorias, Lilian Hellman sostiene metafóricamente que “a medida que el tiempo pasa un color que envejece sobre la tela tiende a volverse transparente. Cuando eso ocurre es posible ver en algunos cuadros las líneas originales, a una idea que dio lugar a una obra madura, a un gran barco ya no está mas en mar abierto. Eso se llama pentimento porque el pintor se arrepintió o cambió de idea”.

Luis Lama
Crítico de arte

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